Durante la sesión es normal notar cierta molestia en forma de quemazón, pinchazos o leve dolor.
Una vez acabada la sesión se observa la zona enrojecida y ese eritema puede persistir hasta el día siguiente.
En ocasiones, si el pelo es muy grueso, el enrojecimiento se concentra alrededor del pelo y es lo que se conoce como edema perifolicular. Este efecto es transitorio.
Unos días después se pueden observar puntos negros, que corresponden al pelo muerto que la piel está expulsando. Entre los 15 ó 20 días posteriores a la depilación láser, el paciente empezará a perder vello por ciertas zonas y durante varios días este proceso seguirá hasta que se caiga todo el vello que estaba en fase anágena (crecimiento) cuando hemos realizado el tratamiento. El resto del vello seguirá su crecimiento habitual.
Si el cliente se realiza rasurados entre una y otra sesión los efectos serán los mismos, sólo que no verá caer el pelo muerto, simplemente no crecerá ya en esa zona, produciéndose algunas calvas.
La depilación láser es una forma de agresión al folículo piloso y tras realizar una sesión pueden aparecer pústulas por infección del folículo (foliculitis). Este problema se resuelve con la aplicación de una crema antibiótica durante dos o tres días.